Muchas veces soñé con conocer el desierto donde se grabaron películas como Star Wars (dos de ellas), The Martian, Dune (la del 2020, porque la de 1984 incluyó muchas locaciones en México, incluyendo Samalayuca, Chihuahua -muy cerca de Cd. Juárez, mi ciudad-), Lawrence de Arabia, entre otras. Pero también por todas las recomendaciones que había leído o me habían dado, sobre el error que sería viajar a Jordania y no conocer este gran desierto.
Como Wadi Rum está a unas dos horas de Wadi Musa, nos lanzamos rumbo a nuestro campamento después de concluir nuestra visita por Petra. Nos encontramos en el estacionamiento del centro de visitantes con uno de los propietarios de nuestro campamento, que era un hospedaje familiar. Ahí dejamos el carro y nos llevaron al desierto en un 4×4. El desierto es zona protegida a la cual entras en compañía de los dueños de los campamentos, pero si no pernoctas, entonces necesitas llegar al centro de visitantes para pagar el ingreso y que te lleven en un vehículo todoterreno con un conductor autorizado.
Nosotros llegamos justo después del atardecer y como hacía frío, llegamos a tomarnos un té tranquilamente con la persona que nos recogió, el cual nos contó un poco del entorno, de los campamentos de la familia, de las actividades que podíamos hacer con ellos y lo que más se me quedó grabado, que su familia estaba conformada por 11 hermanos y 22 hermanas, ya que su padre tenía cuatro esposas. Aunque yo solo vi a los hombres trabajando en nuestro campamento.
Algo que se me hace muy acogedor de la cultura árabe, es la familiaridad con la que te tratan y que te llamen “hermana”, “hermano”, “familia”. Ahí nos sentimos comodísimos desde que llegamos.
La cena tradicional
Los campamentos te incluyen un buffet de comida tradicional, que incluye ensaladas, hummus, otros platos que no recuerdo el nombre y zarb o barbacoa beduina, que es un pollo con verduras que se cocina bajo tierra durante horas y lo sacan frente a ti (ver foto en Instagram). Después de todas las actividades que seguramente todos los huéspedes habríamos hecho ese día, estábamos hambrientos y deseosos por probar ese pollo que tenía súper buena pinta.
Después de cenar (todo delicioso), nos invitaron a tomar shisha o té a una carpa estilo beduina, frente a la chimenea, mientras ellos bailaban. No que fuera show, para nada, entre ellos bailaban me imagino que para mostrarnos un poco su música y tradiciones. Yo de vez en cuando me salía de la carpa a ver el cielo estrellado agradecida de estar ahí.
Finalmente nos fuimos a dormir, tengo que decir que fue la noche que mejor dormí en todo el viaje y dejamos las ventanas abiertas para ver las montañas y las estrellas. Nuestra “carpa” (en realidad las construyen con concreto, pero le dan el look de carpa, me imagino que por las condiciones extremas del clima del desierto) era muy linda, cómoda y súper limpia.
Tour por el desierto
A la mañana siguiente tomamos el recorrido en Jeep de cuatro horas, en el que nos adentraron al desierto y nos llevaron a ver las cosas más emblemáticas, como los petroglifos, la ruina de la casa de Lawrence (donde habría vivido el británico que luchó por liberar a los árabes del Imperio otomano) , el famoso arco Um Fruth, entre otras atracciones naturales impresionantes.
Así se nos fue la mañana paseando entre formaciones rocosas, conduciendo entre distintas tonalidades de tierra que a momentos se tornaba en un rojizo impresionante y visitando campamentos beduinos para tomar té. A nosotros nos tocó frío y más con el viento, porque íbamos sentados en la parte trasera del vehículo, que estaba descubierta, así que el tecito y las galletas de ajonjolí nos cayeron de maravilla.
Tanto en el punto de la ruina de la casa de Lawrence de Arabia, como en el arco, tuvimos tiempo para escalar. El arco es un poco más peligroso, pero puede hacerse. Cometimos el error de no dejar un celular al guía para las fotos y subimos los dos con las cámaras. Ya en la cima dijimos muertos de risa “y ahora quién nos toma la foto”. Bajé yo primero porque quería más galletas (sí, la comida siempre me mueve) y le tomé la foto a Patrick saludando desde arriba.
Después de la excusión nos dejaron en el centro de visitantes, donde recogimos nuestro coche de renta para regresar esa misma tarde a Amman, ya que al día siguiente nos esperaba un vuelo temprano a Egipto. En Wadi Rum dejábamos atrás todo ese silencio y tranquilidad que ya no veríamos el resto del viaje.
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