Probablemente hayas leído el título de este artículo y hayas pensado ¿y de qué otra manera puedo estar? Pero no me refiero a la presencia física sino mental y emocional. Si de algo estamos seguros con la pandemia, es que nada volverá a ser igual y que tendremos que aprender de nuevo a viajar.
Muchos viajeros practican meditación, yoga, leen sobre mindfulness, pero a la hora de viajar, no llevan a cabo nada de lo aprendido, prefieren correr, ver mil cosas en tiempo récord, sin tomarse el tiempo necesario para disfrutar, para “estar presentes” en las experiencias que estén viviendo, lo que genera estrés y falta de concentración en lo que ven, sienten, comen o beben. Y caí en cuenta de eso porque en días pasados acudí a una clase de alimentación consciente, que me dejó pensando ¿por qué no hacemos lo mismo en toda la experiencia de viaje?
Me han tocado muchos viajeros que mientras están comiendo en algún lugar de Europa, me preguntan qué van a ver en la siguiente ciudad o país, en lugar de disfrutar su platillo, la plaza que tienen enfrente, saborear el vino que están tomando, platicar con el mesero o simplemente disfrutar del momento con sus acompañantes.
O -me incluyo- en vez de disfrutar de la cena, estamos subiendo todo al Instagram, respondiendo mensajes de WhatsApp, dejando escapar todo lo bonito y delicioso que tenemos frente a nosotros. No sabemos estar presentes ni en los viajes.
¿Cómo aprender a vivirlos?
Elige menos por más
Con el Covid-19 y los cierres en los países, es evidente que no podremos (al menos este verano), andar de país en país. Mucha gente elige Europa, además de la belleza del viejo continente, por la facilidad de desplazarse entre países. Es más fácil ir a más lugares en menos tiempo. Lógicamente los que viajan desde el continente americano, por el costo de los boletos y las horas de vuelo, quieren aprovechar para ver lo más que se pueda, pero a veces es mejor menos lugares y más calidad de tiempo. Por qué no elegir uno, dos o tres países, depende del tiempo disponible, pero recorrerlos tranquilamente y disfrutarlos intensamente.
Conecta con la naturaleza
Combina las ciudades con actividades en la naturaleza que te permitan conectar con el lugar y desconectar la mente. A mí por ejemplo me gusta mucho caminar en lugares naturales, casi siempre procuro incluir algún parque nacional o bosque, siento que echo raíces en el lugar. Por ejemplo puedes visitar una ciudad vívida como Málaga y planear una excursión hacia el Torcal de Antequera o hacer snorkel en alguna playa escondida. Las actividades en la naturaleza hacen que desconectes y te concentres en donde estás caminando, escalando, nadando o la concentración que cada una requiera.
Visita pueblitos
En los pueblos rurales es más fácil que te adentres a la cultura y platiques con la gente local. Hay pequeños rincones que la mayoría evade, pero que te llenan de paz, te permiten conocer mejor y te invitan a vivir el momento. Si algo aprendí en Andalucía fue precisamente a disfrutar los pueblitos, sentía que en ellos era como lograba ir conociendo su cultura, sus tradiciones y a su gente.
Aprecia la producción local
Cuando visitas un viñedo, una finca, una quesería, una almazara, etcétera, aprendes cómo es la producción, tienes oportunidad de probar esos productos locales y ver todo lo que involucra el proceso, le vas a dar más valor a lo que te vas a comer en tu viaje, te aseguro que esa aceituna, te sabrá diferente. Date el tiempo, valora el esfuerzo del productor local y disfruta.
Come, bebe… lentamente
Recuerdo que hace varios años en Croacia aprendí lo que era el slow food, un movimiento nacido en Italia que defiende el proceso lento de la comida, para apreciar más los alimentos y todo lo que conlleva su producción o elaboración de platillos. Estábamos en un pequeño restaurante escondido en un colina, con una vista preciosa al mar y tardaron bastante en preparar nuestros pescados (que el dueño había pescado esa mañana).
Poco a poco nos fueron sirviendo ensaladas, quesos, productos locales y vinos. Los primeros minutos tengo que aceptar que fueron desconcertantes, pero después fuimos apreciando cada plato y dándonos el tiempo de disfrutar la vista. Después de 11 años, es el restaurante que más recuerdo de ese país. En pocas palabras con el slow food te das el placer de comer, a un ritmo lento. Para qué viajar y comer con prisas, cuando la gastronomía es parte de sentir un país.
No compares tu viaje
El comparar tu viaje con el de tus amigos, con las fotos de Instagram o lo que subió algún conocido al Facebook, causa estrés y competencia. Cada viajero es diferente, lo que a tu amiga le impactó no necesariamente tiene que ser tu mejor experiencia, a veces se pierde tanto tiempo (en cantidad y calidad) solo por obtener una foto que miles de personas tienen igual en su redes, que te pierdes de otras cosas que te podrían gustar más. Lo que se podría descubrir si no nos enfocáramos tanto en seguir a los otros.
Finalmente, no estoy diciendo que deberíamos tomar una clase de yoga en cada ciudad o que tengas que incluir retiros espirituales, simplemente te sugiero (me sugiero a mí misma) que te desconectes un poco, no te presiones, ni vivas en “tiempo futuro”, mejor intenta “estar” en cada momento de tu viaje a través de las situaciones más sencillas del día a día.
Sabemos que son tiempos de quedarse en casa, pero cuando todo haya pasado y desees volver a viajar, recuerda que en nuestra agencia de viajes Tripdreaming, organizamos todo 100% a la medida. Para más informes escríbeme a silvia.lucero@tripdreaming.com.
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