El Pueblo Mágico de Bacalar es uno de esos lugares perfectos para desconectarte y olvidarte hasta del día en el que estás. Ideal para despejar la mente y dedicarte a disfrutar de las bellezas naturales que ofrece su famosa laguna de siete colores. Un lugar que me gusta porque aunque esté de moda, aún puedes tener paz mental, que era lo que iba buscando.
Ha sido un año difícil para todos y para los que vivimos en la Riviera Maya, se sumó el estrés del virus con la temporada de huracanes que fue muy activa. Ya para el último huracán, habíamos decidido escaparnos unos días, hacer un pequeño viaje en carretera en lo que pasaba todo.
Aunque fue solo un viaje relámpago, Bacalar me dio esa tranquilidad que necesitaba desde hace meses. El pueblo en sí es muy pequeño y como ya habíamos estado ahí hace algunos años, decidimos invertir nuestro tiempo en el hotel que estaba al lado de la laguna. Además como era un hotel pequeño con bungalows, donde solo habían tres cuartos ocupados (de hecho tenían muchas medidas de seguridad por el Covid-19), teníamos las instalaciones del hotel prácticamente para nosotros dos solos.
Haciendo un paréntesis, cabe mencionar que aunque en esta ocasión no tomamos ningún tour, hay excursiones que te llevan a recorrer la laguna que es famosa por las distintas tonalidades de azul, desde oscuro hasta cristalino. Rodeada de manglares protegidos donde puedes ver las distintas aves que habitan en la región.
Como el hotel tenía tres áreas de palapas sobre la laguna (que siempre estuvieron solas por cierto), nosotros nos limitamos a apoderarnos de la palapa principal, donde pasamos la mayor parte del tiempo leyendo, haciendo yoga, tomando vino y viendo las aves del manglar que estaba al frente. Como estaba sobre la laguna, solo tenías que bajar las escaleras de madera o saltar directamente al agua. Además el agua era súper baja -al menos en esa parte de la laguna donde se encuentran los hoteles y las casas. Podías caminar fácilmente sin que te tapara.
Al atardecer tomamos una de las lanchas del hotel para hacer kayak y ver el atardecer desde el agua. Fue un momento tan relajante, ir solamente escuchando el ruido del agua cada vez que remábamos y a los pájaros. Tuvimos suerte con el clima, porque debido a la cercanía del huracán había llovido mucho.
Al pueblo salimos poco, en realidad solo para comer y cenar en restaurantes deliciosos que recomendaré más adelante. Pero si nunca has ido a Bacalar, debes visitar algún cenote (el Azul es el más popular) y también debes ver el Fuerte de San Felipe, el cual no tiene pierde porque está frente al Zócalo.
A muy grandes rasgos, esta fortaleza fue construida en 1725 para protegerse de los piratas ingleses, franceses y holandeses. Ahí conservaron armas y sirvió de cuartel. Hoy en día alberga un museo.
A la hora de cenar…
La primera noche cenamos en Bote de Leche, -como buena norteña- soy muy carnívora, así que me encantó cómo preparan sus filetes. Además nos dieron una mesa apartada en la terraza, donde pudimos estar tranquilos.
La segunda noche cenamos en Barbanegra, un restaurante de tacos muy chulo, con esa vibra selvática que caracteriza a los lugares de moda en Quintana Roo (como Tulum) y donde también cenamos excelente, en especial los tacos de camarón capeado.
Si Bacalar se encuentra en tu lista de deseos, te recomiendo quedarte al menos dos noches para disfrutarlo mejor. No lo dejes como excursión de un día simplemente porque vas a estar en Cancún, tienes que tener en cuenta que son más de 4 horas de carretera -por trayecto-, terminarás solo tomándote una foto bonita en la laguna y desperdiciando todo un día en carretera.
Mejor dedícale el tiempo necesario, aprovecha este hermoso lugar y disfruta la maravilla natural que ha hecho tan famoso a Bacalar: su laguna mágica.
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