Todos tenemos un sueño viajero -o muchos-, para mí uno de ellos era conocer Le Mont Saint-Michel, una de las joyas de Normandía al norte de Francia. Había visto en tantas fotografías esa pequeña islita resguardada entre murallas con una abadía que se alza imperial en la cima del monte, en ocasiones rodeada del mar y en otras rodeada de arena dependiendo de la marea, que tenía que darle la satisfacción a mis ojos de verla en persona.
Un poquito de historia
El Mont Saint-Michel es sin duda uno de los lugares más hermosos que he visto. Su historia comienza en el año 708 cuando el arzobispo Aubert de Avranches tuvo una visión del Arcángel Miguel en la que le pedía que construyera una abadía en todo lo alto. Dos siglos después el duque de Normandía Ricardo I cedió el monte a los monjes Benedictos.
Este lugar tuvo otras funciones, ya que también fue una fortaleza, de hecho durante la Guerra de los Cien Años fue el único lugar que no cayó en manos de los ingleses. Por varios años fue también prisión.
Pero además de su belleza es muy famoso porque ahí se dan los cambios en la marea más altos de Europa, así que cada vez que hay marea alta, la isla está rodeada por el mar. Cuando hay marea baja (como nos tocó a nosotros) se puede caminar en la arena que lo rodea. También hay un puente nuevo que fue construido en el 2014 y que conecta al pueblo con Mont Saint-Michel, el cual puedes cruzar a pie, en autobús o en un shuttle gratuito. No puedes entrar en auto por cuenta propia.
¿Cómo llegar?
Nosotros tomamos un tren de Rouen a Pontorson, la estación de tren más cercana. Decidimos quedarnos en ese pueblito porque al día siguiente debíamos tomar el tren muy temprano y la verdad es que el pueblito es muy bonito y la gente súper amable. Lo mejor es que es tan pequeñito que se puede hacer todo caminando.
De la estación de tren tomamos el autobús a Mont Saint-Michel, es un recorrido de unos 20 minutos que cuesta 2.90 euros por trayecto y te deja literalmente a la entrada de la ciudad amurallada.
Algo muy importante es que las estaciones de tren en gran parte del norte de Francia ya no tienen consiga por motivos de seguridad después de todos los ataques terroristas que ha sufrido el país. Así que si vas a hospedarte en Pontorson, ten en cuenta que hay muy pocos hoteles y que como algunos son también restaurantes, tienen horarios de check-in súper tarde, después de las 6 pm. Nosotros no lo sabíamos, así que tuvimos que irnos con maletas al Mont Saint-Michel y turnarnos para entrar a ver el pueblo amurallado porque es imposible entrar con maletas por las calles empinadas, empedradas, los escalones y la marea de turistas.
Detrás de las murallas…
En realidad necesitas poco tiempo para recorrer la ciudad amurallada. Que no te imponga ver la abadía ubicada en un punto tan alto, no tardas tanto en subir, ni resulta tan pesado como uno lo imagina al principio, además como quiera tendrás que hacerlo si deseas caminar por las murallas para tener diferentes vistas panorámicas tanto del pueblito como de los alrededores.
Como nosotros teníamos solo unas horas para verlo porque esa noche jugaba Bélgica contra Francia en la semifinal del Mundial y Patrick estaba que no podía más con el estrés, entré yo primero, me compré un helado y me puse a recorrer felizmente las callecitas y murallas.
Una vez que salimos los dos, también caminamos a los alrededores para apreciar lo asombroso que es con la marea baja y creo que duramos más tiempo afuera tomando fotos y videos que adentro.
De regreso tomamos el mismo autobús que te deja en la estación de tren de Pontorson porque dormiríamos ahí, pero si te hospedas en algún hotel cercano a Mont Saint Michel, puedes tomar el transporte gratuito que ofrecen para cruzar el puente.
La noche de la derrota
Esa noche perdió Bélgica contra Francia, como Patrick llevaba la camiseta de su selección puesta y yo muy solidaria también me vestí de diabla roja, todos sabían que le íbamos al equipo adverso, pero la gente en Pontorson era tan linda; por ejemplo en el bar donde vimos el partido el mismo dueño se sentó en la mesa con nosotros y nos invitó una cerveza (mientras Patrick seguía en shock). Hasta en la calle nos llegaron a parar diciendo que ellos festejaban, pero que lo sentían mucho y que querían invitarnos una copa, la cual amablemente rechazamos. Patrick ya iba súper deprimido-enojado-incrédulo.
Fuera del sabor amargo del partido, nuestra experiencia en Mont Saint Michel fue preciosa, el lugar es impresionante, vale la pena ir hasta allá para ser testigo de lo maravillosa que es la isla.
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