Detrás de una gran muralla junto a la montaña, se esconde una verdadera joya con calles de mármol, palacios y edificios de piedra con tejados rojos. Cuando atraviesas una de las tres puertas de ese muro, es como viajar en el tiempo hacia un bello pueblo medieval llamado Kotor.
Nosotros viajamos desde Tirana, donde tuvimos que tomar primero un mini bus a Dubrovnik y de ahí tomar otro más grande a Kotor. Inmediatamente notas que ya vas a destinos más turísticos, no solo por los pasajeros que eran todos turistas internacionales, sino por la condición de los vehículos, ya más modernos y con aire acondicionado.
No nos quedamos en Croacia porque ya habíamos estado ahí hace algunos años y no nos alcanzaba el tiempo, pero Kotor es una excursión muy popular para los viajeros que viajan y se quedan en Croacia.
Desde que llegamos nos quedamos impresionados con ese escenario de montañas, bahía y muralla. Cuando entramos al casco antiguo, me vino como un déjà vu de ciudades como Split y Trogir, ya que es muy parecida a su país vecino. Lo mejor es que como es muy pequeñita, la puedes recorrer y disfrutar tranquilamente.
No me voy a meter en detalles históricos, porque la ciudad de Kotor pasó por muchas manos, aunque mucha de su influencia arquitectónica se debe a cuando fue parte de la República de Venecia.
Esta pequeña ciudad de poco más de cinco mil habitantes, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, así que ya te podrás imaginar que cada callejón, cada plaza, tiene algo encantador. Lo mejor es empezar a caminarla calle por calle, en todas vas a encontrar iglesias, plazas llenas de restaurantes y tiendas. Créeme, es tan chiquita que vas a ver todo y repetidas veces.
Si entras por la Puerta del Mar, lo primero que verás es la plaza principal, que es la Plaza Oruzia, donde también se encuentra una de las atracciones más emblemáticas de la ciudad, la Torre del Reloj.
Como no habíamos tenido tiempo ni de comer, compramos rápidamente unos bureks y seguimos caminando hacia la plaza donde se encuentra la Iglesia de San Nicolás y otra pequeñita preciosa que era la Iglesia de San Lucas, que data de 1195.
Un punto imperdible es subir a la fortaleza, donde ves las ruinas del Castillo de San Giovanni y obtienes las mejores vistas de la bahía de Kotor. Ahí vas a tomar la típica foto de Kotor. Te aconsejo subir para ver el atardecer.
Otros puntos importantes son la Catedral de San Trifón, cobran para entrar pero vale la pena porque es muy bonita y puedes subir al museo y ver la plaza desde la terraza. También vas a pasar por la plaza del Palacio Pima. Ahí nos detuvimos a comer un delicioso cono de nieve de granada.
Ahí disfruté (no puedo decir disfrutamos porque Patrick se desesperaba) el entrar a las tiendas de souvenirs, sobre todo para ver las artesanías locales, muchas de ellas inspiradas en los gatos de Kotor. De hecho hay un museo dedicado a los gatos.
Antes de ir a cenar fuimos a ver la Puerta del Río y la Puerta Gurdie, donde había una muñeca gigante. Tengo que decir que tanto la muralla, como las puertas y el casco antiguo, se han preservado perfectamente.
Todos los restaurantes son tentadores porque están ubicados en plazas muy bonitas. Encontramos uno, el restaurante Cesarica, que estaba más escondido, tenía muy buenas críticas y donde por suerte encontramos lugar porque no teníamos reservación y al parecer era muy popular.
Así que en un callejón escondido cenamos y terminamos nuestro día entre calamares rellenos, arroz negro, aceitunas, quesos y una botella de vino tinto de Montenegro.
Como últimos consejos de viaje, te recomendaría visitar Kotor en septiembre porque ya no hay tanto turista. Y dedicarle al menos una noche, porque con las luces se ve preciosa la ciudad.
Nuestro tiempo fue corto, pero por lo que vimos desde el autobús al dejar la bahía (y lamentándonos por no haber tenido más días), nos perdimos otros pueblos pintorescos, los chapuzones en el mar y la famosa iglesia flotante Nuestra Señora de las Rocas. Pero bueno, como siempre digo, mejor porque así tenemos pretexto para volver.
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