Pristina, la capital de Kosovo, me recordó mucho a mi ciudad (Ciudad Juárez), no por la ciudad en sí, más bien por su gente, porque a pesar de todo por lo que ha pasado, mantienen el espíritu alto y te tratan con amabilidad, por el placer que les da que estés visitando su ciudad. Tal vez por eso sin ser necesariamente la más impresionante, logró colocarse entre mis favoritas.
Kosovo es un país que ha sufrido la guerra, su lucha por la independencia y sobre todo la represión serbia. Aunque desde el 2008 es una república independiente reconocida por muchos países, existen varios que todavía no la reconocen. Un país que aunque arrastra problemas del pasado, sigue frente hacia adelante.
El problemita fronterizo llamado Serbia
Como Serbia aún no reconoce a Kosovo como país independiente, tuvimos que planear todo el viaje de manera que pudieramos entrar y salir del país por otros países fronterizos. Nosotros viajamos desde Skopje, Macedonia, donde tomamos el único transporte terrestre que había, una camioneta Sprinter sin aire acondicionado pese al calor que hacía. Y para salir de Kosovo, viajamos a Tirana, Albania.
Es importante que tengas eso en cuenta sobre todo si vas a hacer un viaje como el nuestro, que era un recorrido desde Alemania por muchos países, incluyendo Serbia, el cual tuvimos que dejar hasta el final e irlo rodeando por sus conflictos con Kosovo.
Una ciudad amigable
Pristina no me pareció una ciudad bonita, pero me gustó mucho desde que llegué, es difícil explicarlo. Desde que llegamos a la estación la gente era tan amigable, ayudándonos en lo que podían para facilitarnos hasta las cosas más sencillas, como llamar a un taxi oficial por ejemplo.
Por cierto los taxistas eran muy simpáticos, hacían hasta lo imposible por hablar inglés, preguntarnos cosas de nuestros países, contarnos historias de la ciudad y señalarnos algunas atracciones turísticas.
Pristina es una ciudad que está en crecimiento, muchas de las cosas que vimos eran nuevas. Por ejemplo en el centro todo está en la inmensa plaza Ibrahim Rugova, que abarca 14 mil metros cuadrados, donde encuentras el Bulevardi Nene Tereza (dedicado a la Madre Teresa), fuentes, comercios, esculturas y algunos de los edificios más importantes de la ciudad.
Precisamente ahí conocí a dos hermanitos que estaban vendiendo sus obras de arte. Tenían todos sus dibujos en el piso, detenidos con piedras y aunque no tenían muchos espectadores, a mí me enamoraron y obviamente les compramos algunos de sus dibujos.
Continuamos por el boulevard paseando entre restaurantes y puestos de vendedores hasta llegar a la altura de la plaza, donde se encuentra la estatua del héroe nacional Gjergj Kastrioti. Ahí también se halla el Teatro Kombetar y el edificio sede de las Naciones Unidas.
De ahí continuamos en busca de otras atracciones, pasando por la escultura del héroe de independencia Ibrahim Rugova y otra más moderna en forma de Lego. Un poco escondido encontramos el memorial dedicado a las personas desaparecidas durante la última guerra en Kosovo.
Nos fuimos al área del bazar, donde pasamos por varias mezquitas como la de Carshi, la Torre del Reloj y nos perdimos un poco en el alboroto del mercado, donde vimos tanta venta de pimiento que aseguramos que esa noche cenaríamos algo que tuviera pimientos.
Caminando por las avenidas encontramos muchas tiendas de novias. Por curiosidad entré a una de ellas, les expliqué como pude, porque no hablaban mucho inglés, que me interesaba ver los trajes típicos y me estuvieron mostrando las piezas de los pantalones y chalecos tradicionales que visten allá las novias.
Pristina, la recién nacida
Si algo me encantó de Pristina, fueron sus zonas de bares y restaurantes tan llenas de vida y muy modernas. Después de turistear un poco, nos fuimos primero a la zona de Fehmi Agani, donde nos sentamos a disfrutar una cerveza en la terraza del Cas Bar. En realidad todos los bares en esa calle son muy bonitos, es difícil elegir a cual entrar.
Antes de ir a otra de las zonas de salida, paramos en el monumento Newborn, un lugar muy importante porque se desveló el día que Kosovo declaró su independencia de Serbia en el 2008.
Por fin llegó la hora de cenar. Como mencionaba antes, Pristina tiene varias zonas tan divertidas y con lugares tan bonitos, que en realidad batallamos para decidir, pero terminamos cenando en la Taberna Baron, porque me gustó mucho la calle donde se encontraba y queríamos cenar comida típica. Y sí, entre todo lo que pedimos, había un plato con salsa de pimientos. Por supuesto, si ya has leído mi blog, te imaginarás que no faltó la cerveza local en esta cena.
Antes de regresar al hotel, pasamos a ver –por fuera- la iglesia de la Madre Teresa (ya la habíamos visto desde el taxi en la tarde) y a tomar la foto de la escultura de Bill Clinton, que se encuentra en el boulevard que también lleva su nombre. Este monumento fue dedicado por los albaneses de Kosovo (Kosovo tiene una mayoría de etnia albanesa) como agradecimiento al ex presidente de Estados Unidos.
Lamentablemente y sí muy lamentable, nos agarró la noche y no alcanzamos a ver lo más famoso de Pristina que es la Biblioteca Nacional, yo sé ¡qué mal!, pero de tanto dejarlo “para más tarde…para más tarde”, se nos fue.
Me sentí muy bien en Pristina, fue una sensación extraña, que a lo mejor a muchos les suena descabellado, pero en verdad me recordó a mi Juárez, a lo mejor te sorprende que escriba esto, pero de eso se trata este blog, de también compartir experiencias personales, impresiones y sentimientos cuando se conoce un lugar.
Próxima parada…¡Tirana, Albania!
*Si te gustaría viajar a los Balcanes, pero que te organicen todo el viaje a la medida, escríbeme a silvia.lucero@tripdreaming.com
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