Tenía mucha ilusión de conocer Grecia, la cuna de la cultura occidental. Su capital, Atenas, me sorprendió aún más de lo que imaginaba, ya que la ciudad es más que un lugar lleno de sitios arqueológicos; es divertida, se come muy bien y tiene barrios súper pintorescos. Seamos realistas, es imposible que no te enamore una ciudad con más de tres mil años de historia. ¿Qué ver en Atenas?
Como éste era parte de nuestro recorrido por los Balcanes, tampoco podíamos quedarnos mucho tiempo, aún faltaban muchos países por recorrer y a Grecia, ya le habíamos dedicado muchos días. Así que optamos por conocer lo más que pudiéramos en tres días (en realidad dos), uno antes del viaje a Santorini y dos regresando de la isla.
Así fue como sacamos el mayor provecho de Atenas. Advertencia: ¡hay muchas fotos!
Día 1
Dormimos tres noches en Atenas, pero en realidad tuvimos dos días para conocer la ciudad. Así que ansiosa por ver lo más famoso de Grecia, desde el primer día decidimos empezar con algo que había soñado ver desde hace muchos, muchos años: la Acrópolis.
El camino para subir a la Acrópolis es muy bonito porque hay que recorrer parte del pintoresco barrio de Plaka, el más antiguo de la ciudad. Cabe destacar que si vas a pasar varios días en Atenas y piensas visitar todos los sitios arqueológicos, la mejor opción es que compres el pase de 5 días consecutivos, que incluye unos seis sitios y cuesta 30 euros. Vale la pena, sobre todo porque la entrada solo para la Acrópolis cuesta 20 euros.
Conforme recorres la Acrópolis “se va poniendo mejor”, cada vez te vas sorprendiendo más, nosotros empezamos con el Teatro de Dioniso, muy bonito, pero lo primero que en verdad nos sorprendió fue el Odeón de Herodes Ático, una maravilla del año 161 d.C. con una capacidad para 5,000 espectadores.
Continuamos nuestro ascenso hacia la “ciudad alta” y en verdad cuando estás frente a los Propileos, que es la entrada a la ciudad, se te eriza la piel al ver lo majestuoso, la perfección de sus construcciones. La Acrópolis estaba en la cima de la colina para poderse defender, así que ya te imaginarás las vistas que tienes desde arriba.
Obviamente lo más impactante es el Partenón, el edificio principal que fue construido entre los años 477 y 432 a.C. Nos tocó lleno de andamios, pero aún así pudimos admirarlo y tomar no sé cuantas fotos.
Hay que tomarse su tiempo para admirar cada edificio, porque todos son preciosos. Discretamente se alza también al lado de la entrada, el pequeño Templo de Atenea Niké.
Me fascinó la Tribuna de las Cariátides, con las esculturas de mujeres que funcionan también como columnas y se encuentran en el Templo Erecteion (421 y 406 a.C).
Después de pasar varias horas en la Acrópolis, caminamos rumbo a la Colina Areopagus y nos sentamos junto a decenas de turistas que esperaban ver el atardecer. De ahí obtienes vistas lindísimas de la Acrópolis.
Esa noche cenamos en Plaka en un restaurante muy bonito que se llama Scholarchio, donde puedes elegir menús a un precio fijo para probar diferentes especialidades griegas.
Día 2
Empezamos en el hermoso barrio de Monasteriki, que está lleno de tiendas, restaurantes y bares, pero también cerca de ahí se encuentran algunas de las zonas arqueológicas que íbamos a visitar ese día. Como no sabíamos que muchos de los lugares cierran a las 15:00, algunos tuvimos que verlos solo por fuera, así que te recomiendo empezar con los sitios arqueológicos y después distraerte en las tiendas, que son muy tentadoras.
Vimos rápidamente la Biblioteca de Adriano, la Agora Romana, donde se encuentra la Torre de los Vientos. En la Agora Antigua entramos al enorme edificio Stoa de Átalo, un antiguo centro comercial que hoy en día alberga el Museo del Ágora Antigua. Ahí mismo caminamos al Templo de Hefesto, que me impresionó lo bien preservado que se encuentra, ya que es un edificio que fue construido entre el 460-415 a.C.
Otro de mis favoritos fue el Templo del Zeus Olímpico, el más grande de Grecia que empezó su construcción en el siglo VI a.C. y fue concluido hasta el siglo II d.C. En verdad te deja boquiabierta con sus columnas de 17 metros de altura y aunque solo quedan 15, debió ser impresionante ver cuando se alzaban sus 104 columnas.
El lugar donde se encontraba el templo es enorme y desde ahí puedes sacar fotos preciosas con la Acrópolis como telón de fondo.
Después de nuestro recorrido cultural, decidimos pasar el resto de la tarde de manera más relajada, paseando por las calles empedradas de Monasteriki y Plaka, tomando fotos, entrando a las tiendas, comprando souvenirs y comiendo yogur griego que me encanta.
Nos faltó conocer el Museo de la Acrópolis, que abrió sus puertas en el 2009, pero es un edificio muy moderno, espectacular que alberga 4,000 piezas y es el más importante de la ciudad.
Cena con vistas
Esa noche fuimos invitados a cenar al restaurante “POINT a”, que tiene una terraza con vista hermosa hacia la Acrópolis. Ahí nos prepararon un viaje gastronómico por Grecia y los platos eran decorados como obras de arte, por ejemplo nos llevaron un árbol de olivo dorado con dos “aceitunas” de helado. Estaba tan bonito, que hasta daba pena comérselo.
Me llamó la atención el cuidado que le han puesto al menú, por ejemplo tienen una guía que llaman “inusual” de cócteles, donde cada bebida está dedicada a cada uno de los 12 dioses del Monte Olimpo, ya que cada Dios tenía su fruta, planta o hierba. Como yo quería probar los vinos griegos (y para ser honesta no soy de cócteles), Patrick pidió uno riquísimo de pepino, que además le sirvieron con una tapa que combinaba perfecto.
Un restaurante delicioso, muy chic, al que tienes que ir para vivir una experiencia gastronómica y que incluye vistas espectaculares.
Atenas me conquistó desde el primer día, siento que vi tanto, pero al mismo tiempo me faltó tanto por ver. Definitivamente un lugar al que voy a volver.
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