En la primera parte del artículo sobre Transilvania, te conté sobre la gran sorpresa que nos llevamos al ver Sibiu. Después de pasar una noche en ese maravilloso lugar, seguimos nuestro recorrido hasta llegar a Brasov, una ciudad muy popular para aquellos que desean visitar los castillos, especialmente el de Bran, al que erróneamente han relacionado con Drácula, pero que no tiene nada que ver con la novela ni con el príncipe Vlad Tepes.
Brasov nos pareció muy bonita, muy fácil de recorrer a pie. Situada a las faldas de una montaña que presume el nombre de la ciudad en la cima, así como el letrero de Hollywood. La ciudad es famosa también por sus osos, que a veces bajan a la ciudad. Por lo mismo hay que tomar precauciones si decides hacer senderismo por el bosque.
Como el primer día llegamos en la tarde, decidimos caminar un poco por el centro histórico y cenar a gusto, porque estos viajes suelen ser muy divertidos, pero también pesados.
Cenamos en un lugar que nos encantó llamado La Ceaun, creo que fue el lugar donde comí el Sarmale más delicioso. Este es uno de los platos típicos de Rumania, son unos rollos de repollo rellenos con carne, acompañados de polenta y una especie de chile jalapeño enorme (no recuerdo el nombre), súper picante. Como de costumbre, aprovechamos para probar algunas cervezas locales y vino rumano.
Al día siguiente nos fuimos a la estación de autobuses y ahí tomamos un bus público hacia Bran, un pueblo súper turístico como podrás imaginar. A pesar de que uno sabe que no tiene nada que ver con la novela de Drácula, si ya estás en Rumania, pues hay que “hacer el sacrificio” e ir a conocerlo.
Castillo de Bran
Hicimos aproximadamente dos horas de fila para entrar, esa fue la peor parte porque hacía mucho calor. Pero valió la pena porque el castillo es muy bonito y tiene su historia interesante.
El castillo data del siglo XIV, cuando el rey Luis otorgó permiso a los ciudadanos de construir un castillo. Anteriormente se había edificado una fortaleza hecha por la orden Teutónica. Entre las funciones que tuvo, sirvió como aduana para bienes comerciales, como fortaleza para detener la expansión del Imperio Otomano y en general cumplió funciones administrativas. Pero en 1920 los ciudadanos decidieron darle el castillo a su querida reina María de Rumania, quien lo hizo su residencia de verano.
Al morir lo heredó a su hermana la princesa Ileana, pero cuando llegaron los comunistas al poder, la familia real tuvo que dejar el país y el gobierno hizo del castillo un museo.
Fue hasta el año 2006, que el castillo regresó a manos de los herederos de la princesa Ileana, que viven en Estados Unidos y aunque intentaron venderlo, lo mantuvieron y lo abrieron al público para deleite de los turistas. Actualmente es un Monumento Nacional y es una de las atracciones más importantes de Rumania.
Como para no desilusionar al turista, en el último piso hay una pequeña exhibición donde explican la historia de Vlad ‘el Empalador’, que sirvió como inspiración al escritor Bram Stoker para su personaje principal en Drácula. Pero como mencionaba anteriormente, Tepes no vivió en este castillo.
También hablan un poco sobre el escritor Bram Stoker y cómo pudo haberse inspirado en los castillos de Rumania, incluyendo éste, para su novela, la cual obviamente puedes comprar en la tienda de recuerdos. También mencionan algo sobre las películas que se han filmado sobre el Conde Drácula.
Fortaleza de Rasov
En el camino de regreso nos bajamos en otro pueblo llamado Rasov, donde al igual que en Brasov, tienen el nombre en la cima de la montaña. Ahí se encuentra una fortaleza, tal vez menos popular, pero preciosa, a la que hay que subir en teleférico.
Desde que entras a la ciudad amurallada es impresionante, te da un sentimiento como si estuvieras entrando a un episodio de Game of Thrones. Ahí puedes caminar entre las ruinas y las pocas casas reconstruidas, que ahora son tiendas de souvenirs.
Cuando queríamos ir de regreso a Brasov, duramos varios minutos esperando el autobús y no pasaba ni uno, de repente empezamos a ver que se detenían autos de particulares y aquellos (rumanos) que esperaban el bus, se subían como si nada. Imaginamos que eran taxis colectivos no oficiales.
A principio no nos habíamos percatado porque se detuvo una persona a preguntarnos algo en rumano, luego subió su coche y se fue. Después empezamos a ver el movimiento y cuando otro conductor nos preguntó y vimos que otras dos chicas se subieron tranquilamente, decidimos seguirlas. Así logramos regresar a Brasov.
De Brasov me gustaron mucho las construcciones, sus plazas, sus calles peatonales llenas de vida. El parque enorme lleno de niños y deportistas. Así como la montaña que le da un toque más de cuento de hadas.
Lamentablemente no tuvimos tiempo de ir a Sighisoara, donde nació Vlad Tapes y donde puedes ver las ruinas de su castillo. Pero si hay algo que tengo que criticar, es que los trenes son demasiado lentos, íbamos a perder otro día y ya teníamos programado visitar otros países.
Transilvania fue mi primera impresión de Rumania, un país al que había imaginado totalmente diferente, tal vez me habían ganado los estereotipos, pero me impresionó mucho. Me enamoré de sus ciudades pequeñitas tan pintorescas, así como de su capital llena de adrenalina. Siguiente parada…¡Bucarest!
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