Cuenta la leyenda que tras la expulsión de moros y judíos de España, en su camino al exilio en África, tuvieron que liberar a sus esclavos porque era muy costoso llevarlos con ellos. Temiendo ser robados en el camino, escondieron sus tesoros en las tierras del Sacromonte, pensando en regresar algún día. Ya libres los esclavos y conociendo las intenciones de sus antiguos amos, se establecieron en ese monte para buscar esos tesoros que nunca encontraron.
En los huecos del monte fueron excavando y construyendo las cuevas que adaptarían como viviendas. Después se unieron los gitanos. Se cree que por sus primeros habitantes se le llamó a este lugar el Barranco de los Negros.
El Sacromonte es un barrio situado en el famoso distrito del Albaicín. Una visita a Granada no está completa si no se pasea por las calles serpenteantes, empedradas y románticas del Albaicín; donde destacan sus hermosas casas blancas y plazas.
Para viajar en el tiempo, hay que caminar hasta el Barranco de los Negros, donde puedes visitar el Museo Cuevas del Sacromonte, ahí puedes ver cómo se utiliza el espacio dentro de las cuevas, cómo era su estilo de vida y los oficios que realizaban. En su interior siempre hay una temperatura de unos 20 ºC y todavía hoy en día hay gente que sigue viviendo en sus cuevas, no sólo en el Sacromonte.
Otro lugar imperdible ahí mismo en el Barranco de los Negros es el Bar Los Faroles. También está situado dentro de una cueva adornada con utensilios de casa, cuadros con fotos preciosas de familia y otros artículos relacionados al flamenco. Carlos, el dueño, un señor con bastante personalidad te atiende personalmente.
Esta parte fue la más linda de nuestra visita al Sacromonte, estar sentados en la terraza del bar bebiendo un vino, escuchando buena música, viendo el atardecer y al fondo la Alhambra alzándose de manera majestuosa sobre la ciudad.
Ahí mismo, sobre la calle hay muchas ‘zambras’ que ofrecen espectáculos con representaciones del flamenco que se baila en las bodas gitanas. Aunque lo hacen para los turistas, es una experiencia muy bonita y diferente porque ves los bailes y cantos dentro de una cueva original.
Nosotros fuimos a la Zambra María la Canastera, quien fue una bailaora y cantaora muy importante en el flamenco granadino, considerada entre las 100 personas más importantes de Granada del siglo XX y a quien le han levantado una estatua en su honor en la Avenida de la Constitución.
Ahí en la zambra te recibe su hijo Enrique el Canastero. Antes del show puedes ver la cueva que durante el día era el hogar de María y sus hijos y en la noche se convertía en lugar de espectáculos.
En las paredes puedes admirar muchas fotos de grandes personalidades, sobre todo porque en la década de los cincuenta y los sesenta, hubo un boom hacia este tipo de espectáculos. Muchos famosos visitaron la Zambra de María la Canastera, como el escritor Ernest Hemingway, la actriz Ingrid Bergman y hasta reyes, por mencionar solo algunos. “Ahí está tu paisano Agustín Lara” me dijo Enrique, señalándome la foto antes de la función y explicándole amablemente a mi esposo Patrick, que el músico mexicano fue el compositor de la famosa canción ‘Granada’ (mientras Patrick escuchaba atento, yo me hinchaba de ese orgullo que te entra cuando estás fuera de tu país).
Y así terminamos la noche sentados alredor de los cantaores y bailaores, tomando una copita de Pedro Ximénez (o dos) y emocionados de poder vivir esa experiencia del arte y la pasión del flamenco.
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