Una de las muchas ventajas de la literatura es que puedes viajar con la imaginación, desplazarte a lugares lejanos que tal vez nunca has visto o mostrarte otra cara de aquellos en los que ya has estado. También te permite lo imposible, viajar en el tiempo, al París del siglo XIX, a Tenochtitlan en 1519 o a un lugar que ni siquiera existe, pero del que seguramente muchos han leído como Macondo.
Siempre me ha gustado leer, recuerdo que desde muy chica imaginaba aquellos lugares donde vivían los protagonistas de aquella novela que no podía soltar. Hoy quiero recordar solo algunos de ellos, unos fueron mis favoritos, otros no tanto, pero igual me despertaron la curiosidad de ver el mundo.
El primer libro que me hizo “viajar” en mi adolescencia fue ‘El amor que no quisiste‘ de Pepita Riera, ese verano mi mente vivió en Cuba. Era una historia bastante rosa, pero situada dentro del contexto de la Revolución Cubana. Muchos años después, intentando conseguir de nuevo el libro en las librerías de la Pequeña Habana en Miami, me contaron que en Cuba había sido primero una radionovela y que después la escritora se había exiliado en México, donde lo había publicado, que si no lo conseguía en mi país, entonces sería imposible encontrarlo. Hasta la fecha lo sigo buscando, ya que es el libro favorito de mi madre, también sigo con ganas de conocer Cuba, algún día iré.
Otro es ‘Crimen y Castigo‘ de Fyodor Dostoyevsky, nunca olvidaré la manera en que este libro llegó a mis manos. Empezaban las vacaciones de verano y tenía demasiado tiempo libre, un día se me ocurrió decirle a mi padre que quería ser escritora, él salió del cuarto y a los pocos minutos regresó con un par de libros (entre ellos ‘Crimen y Castigo’ y ‘Primavera con una esquina rota’ de Mario Benedetti) y me dijo muy serio: “¿Quieres escribir? Pues primero tienes que leer más, aquí tienes estos libros”.
Desde ese entonces Rusia se convirtió en mi destino soñado, hasta que logré ir en 1997 a un curso universitario. Todavía recuerdo la tarde que, después de clase, fuimos al museo de Dostoyevsky, la travesía que fue el llegar ahí con -20 grados y la nieve hasta las rodillas, bebiendo tragos de vodka para soportar el frío.
Siempre he dicho que si pudiera viajar en el tiempo, me encantaría transportarme a la década de 1860, tal vez porque mis libros favoritos fueron escritos o basados en esa época, así como algunos acontecimientos históricos, sobre los cuales me encanta leer, sucedieron alrededor de esa fecha. Uno de esos libros es ‘Lo que el viento se llevó’ de Margaret Mitchell, que aunque fue escrito en 1936, la novela se desarrolla durante la Guerra Civil en Estados Unidos. Esta novela me inspiró para recorrer por carretera el Sur Profundo, sobre todo Georgia.
Creo que no mencionar a París en este artículo, sería como un pecado, ya que la ‘Ciudad de la Luz’ ha inspirado a muchos escritores de diferentes países a través de los siglos. Quién no ha viajado al París de Víctor Hugo en ‘Los Miserables’ o al de Vargas Llosa en ‘Travesuras de la niña mala’ (que por cierto esta novela te lleva a muchos otros lugares como Lima, Madrid, Londres y Tokio, además de París por supuesto).
Con Barcelona me sucedió algo diferente. Cuando mi esposo Patrick y yo nos mudamos a Europa, pasamos los primeros meses en esa ciudad, viviendo ahí leí ‘La catedral del mar’ de Ildefonso Falcones, no solo me pareció una novela preciosa, sino que también me enseñó a disfrutar de una manera diferente el Barrio de la Ribera (donde vivíamos), el Barrio Gótico, y la Barceloneta. De hecho hay un recorrido creado con la ayuda del escritor (haz clic aquí si deseas información sobre esta ruta).
Aunque Suecia era uno de los países que desde años había estado en mi lista de viajes deseados, cuando leí la trilogía ‘Millennium’ de Stieg Larsson, empecé a planear el viaje, aunque sólo llegué a Estocolmo, pero espero algún día conocer Uppsala.
Japón es otro país que siempre he admirado mucho, obviamente ‘Memorias de una Geisha’ de Arthur Golden, me motivó no sólo a viajar a ese país, sino a perseguirlas en el distrito de Gion en Kioto. Aunque sé que es sólo una parte de Japón, que no se pueden crear estereotipos y que la trama de la novela se desarrolla antes y después de la Segunda Guerra Mundial, no puedo negar que fue muy emocionante verlas y poder perseguirlas acosarlas con la cámara fotográfica.
Ni hablar de mi país, México, porque entonces nunca terminaría este artículo, pero qué me dicen que aquellos libros que hablan de la época de la conquista española. En ‘Cartas de Relación’ de Hernán Cortés es impactante la forma en que describe todas sus impresiones de los pueblos por los que pasan conforme se acercan a Tenochtitlan, la capital de los mexicas y cuando llegan a ella. Otro libro que me encanta, que te hace viajar entre Europa y México es ‘Noticias del Imperio’ de Fernando del Paso y otra vez reaparece mi época favorita, la década de 1860, ya que es una novela histórica del periodo de Maximiliano y Carlota en México.
Si bien visitar Buenos Aires es un sueño después de leer a Jorge Luis Borges, en el momento que lees ‘Santa Evita’ o ‘El cantor de tango’ ambos de Tomás Eloy Martínez, ya quieres empacar y tomar el primer vuelo a Argentina. Sobre todo en esta última novela, donde el protagonista, es un estudiante que va en busca de un cantor de tango, al que le toca la suerte de vivir cerca del edificio donde Borges situó ‘El Aleph’, y así te va llevando por un recorrido extraordinario por la Buenos Aires de Borges y el tango.
Creo que no puedo terminar sin incluir Portland y Seattle, gracias a la trilogía de las ‘50 sombras’ de E.L. James, aunque honestamente no creo que llegue a ser un clásico literario, ni creo que lo merezca, mentiría si dijera que los libros no me tuvieron entretenida, de hecho no podía parar de leerlos. Me gustó que fuera en Seattle y no en los lugares típicos como Nueva York. También porque me gustaría conocer Portland, sobre todo si me dijeran que puedo encontrar a Grey en el Hotel Heathman, vamos dijimos que se vale soñar ¿no?
Y así podríamos seguir horas con libros y viajes, menos mal no hemos incluido el vino, sino… Y a ti ¿qué libro te ha despertado el espíritu viajero?
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